martes, 30 de septiembre de 2008

El día de los tres diez.


El jueves 25 de septiembre de 2008 fue histórico.
Boca puso en cancha un segundo tiempo con tres números diez.
Enganches, como se dice ahora.
Román, Gracián y Gaitán.
Riman.
Y esa tarde más que nunca.
Así dieron vuelta un partido muy difícil en Rosario frente a Newell's.
Tres días después Carlos Ischia, entrenador de Boca, salió a jugar en Mendoza muy endulzado por aquella experiencia previa.
Juntó a Román con Gracián y pretendió que todo fuera igual.
Hasta les agregó a Gaitán en el segundo tiempo buscando una salvación que nunca llegó.
La magnífica tarde del jueves 25 no se repitió.
Es más, salió al revés.
Boca cayó catastróficamente contra el débil Godoy Cruz.
"Alguien tiene que marcar" sería el mejor título para resumir la cosa.
Una lástima.
Porque juntar "treinta" en un partido es una linda propuesta.
Hace recordar al fantástico Brasil del 70 con sus "cincuenta" en cancha: Pelé, Gerson, Tostao. Rivellino y Jairzinho.
Eran otros tiempos, era otra la historia...

lunes, 29 de septiembre de 2008

Corten!

Hoy en el cole festejamos el cumple de la seño.
Había galles con jamón y mayo.
Le hice una tarje con la compu pero me la olvidé arriba de la tele.
Me di cuenta al bajar de la Camio.
Me agarré una depre...
El cuchillo eléctrico llegó al lenguaje.
Perdón, el cuchi.

El "MITO" del amor a la camiseta



Jaime Tollman nació "Rusito" y se dio vuelta cada vez que escuchó ese apodo hasta que el fútbol lo hizo famoso.
Como Jaimito.
O simplemente, "el Mito".
Tollman jugaba de nueve.
Le pegaba con las dos piernas, cabeceaba con elegancia y era frío a la hora de enfrentar a un arquero.
Hizo muchos goles.
Nunca festejó.
Siempre recibió la felicitación de sus compañeros mientras sus manos hacían el clásico gesto de pedir perdón a la hinchada contraria.
Es que Jaime era record en transferencias.
Las estadísticas dicen que pasó por veintisiete clubes.
Siempre goleador.
Más de una vez, un cuatro de esos que nunca faltan, simple y opaco, le pidió permiso para usar su gol con el fin de mejorar su cotización o levantarse una mina.
Y Mito se lo regalaba sin reparos.
Era un nueve triste.
Sus colegas se colgaban del alambrado, sacaban caretas de los bolsillos, mostraban tatuajes de madres orgullosas en el pecho, o señalaban a la "fila ocho asiento 15" de la platea para dedicar sus conquistas a las conquistadas de turno.
Algunos hasta se ganaban una tarjeta amarilla por festejo desmedido.
Mito cabeceaba, convertía, juntaba sus manos, agachaba la cabeza, y pedía a sus compañeros que lo dejaran cumplir con el duelo de haber anotado contra un ex equipo.
Mito tenía muchos ex equipos.
Cuenta la leyenda que cierta vez, al anotar un gol que significaba un campeonato, fue tal la tristeza que su propia hinchada guardó silencio en homenaje al dolor de su ídolo.
Y la suerte esquiva quiso que, a la hora de enfrentar a un club desconocido para su corazón, nunca marcara.
Más de una vez, en esos encuentros, un Mito muy nervioso la metió accidentalmente en su propio arco.
Mito se retiró si festejar.
Volvió a ser el Rusito.
Pero nunca se alejó del mito.
Porque se transformó en el centrodelantero más triste de la historia del fútbol.
Fue también el mayor enamorado del fútbol.
O de cada camiseta que usó.
Nota: Jaime Tollman nunca vistió los colores de la Selección de su país. De haberlo hecho, quizás hubiese gritado algún gol con dos consecuencias muy graves: hoy no sería un mito y yo nunca hubiera escrito este cuento.

jueves, 11 de septiembre de 2008

Bostezo celeste y blanco.


Anoche jugó la Selección.

¿Jugó?

Me quedé hasta muy tarde.

Creo que hice mucho más esfuerzo yo para no dormirme que varios de los que jugaban en Lima contra Perú.

Me dormí con bronca.

Ganábamos.

Dieron 3 minutos de descuento y a los 48,15 nos empataron.

Lo primero que pensé fue una queja contra el árbitro.

Enseguida se me pasó.

La queja.

No la bronca.

Nos empataron de contragolpe.

De contragolpe cuando estábamos ganando.

Increíble.

No jugamos a nada.

Porque Riquelme no es el de Boca simplemente porque no es la manija del equipo y, además, no tiene nunca una alternativa de pase para jugadores que pican por los costados y llegan hasta el fondo.

Porque Messi no es el del Barcelona simplemente porque allá no es la manija del equipo como acá lo quieren inventar. Juega sólo para él. Elude a uno, a dos, a tres, y se la sacan.

Porque Basile no es el de antes simplemente porque hace unos años no se hubiera permitido entrar a la cancha con un solo delantero. Y porque en sus equipos siempre los 3 jugaron de 3, los 5 de 5, y los 4 de 4.

Así no vamos a ningún lado.

Ahhh... No cuenten conmigo para otro partido a una hora rara.

Si ellos no corren, yo me duermo.

Hasta mañana.

Así no.


Siete años sin torres.


El 11 de septiembre de 2001 también fue el día del maestro.

No había clases y, en familia, transitábamos por la General Paz hacia Luis Guillón.

En la radio, Pergolini relataba lo increíble: Una avioneta se estrelló accidentalmente contra una de las Torres Gemelas de New York.

Enseguida, la avioneta no era tal y un segundo avión repetía la escena como en una imagen espejada.

De un lado y del otro, las dos Torres habían sido heridas por dos aviones comerciales.

Al rato la herida fue muerte.

Muerte de hormigón y fierros retorcidos.

Muerte de miles de personas.

Atentado.

Quedó grabado en nuestras mentes para nunca más olvidarnos de semejantes imágenes.

Hoy todos recordamos qué hacíamos en ese momento.

No lo vi en directo.

Lo escuché por radio.

Lo siento aún hoy.


martes, 9 de septiembre de 2008

Volvió una tarde.


Los lunes son raros.

Feos.

Es el día de la semana que nadie quiere vivir.

Para un grande del deporte de todos los tiempos, ayer fue un lunes distinto.

Lindo.

El día que quería vivir desde hace mucho.

Por esas cosas de los huracanes y las tormentas New York postergó la final del US Open para un lunes y lo convirtió en un "Feliz Domingo" para el Super Roger.

Volvió.

Agarrate Rafa.

Porque este año la computadora es inexpugnable.

Y el suizo quedará como número dos cuando termine el Masters.

Pero ayer hubo sol y huracán en Flushing Meadows.

Se vió al mejor de los mejores en su mejor versión.

Hizo todo.

Pegó como nunca.

Festejó como nunca.

Y se llevó a su casa el 13° título de Grand Slam.

Un grande.

Volvió.

Para alegría del lunes.